Como dice la canción de Celtas Cortos, a veces llega un momento en el que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente … Eso es lo que pasa el primer día que vas al médico y como solución al problema que le indicas sólo te ofrece pasar a utilizar alguna prótesis, postizo, bastón o algo parecido. Sientes como si fuera el primer día de tu vejez. No importa la edad, puede ser a los 38, 48 o 58, pero hasta ese momento tú te sentías joven y vivaz. Pero todo se acaba y esa sensación también.
El momento en el que te lo dicen es cómico porque el afectado, que se siente un chaval, empieza a mirar alternativamente al médico y a la enfermera sin poder detenerse, como si estuviera en un partido de tenis hasta que la enfermera, que se está poniendo en tu piel, echa a reír. Y no se ríe porque lo que dijo el médico fuera una broma sino por tu cara de asombro. En ese momento caes en la cuenta de que no es una guasa lo que dice el médico sino una realidad aplastante y la risa de la enfermera sólo hace que confirmarlo.
Que a veces uno puede pensar que para qué necesita un buen oído para las cosas que hay que oír, en una buena parte gilipolleces, quejas y opiniones absurdas. O unas buenas piernas para estar todo el día corriendo y estresado. Pero, supongo, esto es sólo un poco de humor para civilizar la desesperación.
Por otro lado, hay que saber encontrar los puntos amables de esas prótesis. Si tienes un audífono lo suficientemente potente igual puedas oír las conversaciones que se lleven a cabo en la sala de reuniones que tengas cerca. Si estás obligado a pasear con bastón quizá algún día puedas utilizarlo para defenderte de algún ladronzuelo o de algún perro que te quiera atacar.
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