miércoles, 4 de abril de 2012

La mente de un puntual


La puntualidad, para bien o para mal, es una de esas características que más suelen incumplirse. Y no me refiero sólo a la de los autobuses, tren o, por encima de todas, la de los aviones. También esas. Pero ahora quiero referirme a las personales, a esa puntualidad tantas veces incumplida cuando has quedado para una cena, un concierto o un café.

Primer consejo: si has de quedar con una persona impuntual intenta quedar siempre en tu casa. Si esa opción no es posible, que muchas veces no lo es, queda dentro de un bar o algo similar. Pero evita, siempre que puedas, quedar en la calle porque es mucho mejor estar en casa esperando sentado o en un bar tomando algo que estar tirado en el coche o de pie en cualquier esquina o parada de metro.

Me gustaría hacer una mención a aquellos que llegan antes o mucho antes de la hora prevista. También es mala cosa, sobre todo si estás preparando la cena, vas justo de tiempo y encima tienes que atender al invitado adelantado. Un consejo también para este caso: dadle faena. Os quitará algo de trabajo y quizás la próxima vez se lo piense. De todas formas este artículo no será util para ellos. Yo quiero dedicar estas líneas a los tardones.

Una situación típica: dos personas han quedado para recoger en coche a una tercera, y ya juntas se encaminarán hacia el restaurante, dentro de la misma ciudad (Barcelona por ejemplo). El diálogo previo para quedar podría ser:

-                ¿A qué hora vendréis a recogerme? La cena es a las 22.00.
-                Pues si te parece sobre las 21.30.
-                Ok, perfecto. Hacedme una perdida cuando estéis llegando y bajo.

Pues bien, gentes del mundo, os voy a explicar lo que pasará sí o sí, llueva o haga sol, seas Dios o no. Esta verdad verdadera ha sido arrancada de la mente de un enfermo de la puntualidad:

Concepto - Tiempo necesario - Hora
Hora de quedar - NA - 21.30
Los que recogen acumulan algo de retraso - 10’ - 21.40
El que baja no está en la puerta y tiene que bajar - 5’ - 21.45
Aproximación al lugar de la cena - 20’ - 22.05 (aquí ya vamos mal)
El par de vueltas típicas para aparcar lo más cerca posible del restaurante - 10’ - 22.15
Te vas al quinto coño a aparcar porque no has encontrado sitio cerca - 15’ - 22.25
Vas andando desde el quinto coño al restaurante - 15’ - 22.40 (hora real de llegada)

Es decir, has llegado 40 minutos tarde con respecto a la hora a la que se había quedado. En ese momento entras en el restaurante como un campeón, recibes los abucheos de los comensales que han llegado antes que tú, te excusas con un caravanón inexistente (por cierto deja de mentir que después de tantas veces ya no cuela) y, como castigo, sólo te quedan los asientos de la punta de la mesa, aquellos que limitan tus posibilidades de conversación.
 
Evidentemente, este plan puede tener variaciones: 1 de cada 100 veces aparacarás en la puerta del restaurante, mejorando ostensiblemente la hora de llegada. Pero también puede tener variaciones a la inversa: 20 de cada 100 veces encontrarás algún problema en la carretera que te hará acumular más retraso todavía.


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