jueves, 14 de junio de 2012

Lo absurdo de los secretos


En las organizaciones de trabajo (empresas) más o menos grandes hay siempre un gran secretismo: yo sé, tú no sabes, esto no se lo digas a tal persona, esto sí lo puedes decir, etc. Estas situaciones se llevan al extremo incluyendo incluso a las partes más bajas del organigrama, como si alguno de ellos tuviera el poder de cambiar o influir en alguna de las decisiones empresariales que se plantean o toman.

Este sinsentido llega incluso a modificar, enrarecer y en algunos casos a anular las relaciones entre los compañeros de esa parte baja del organigrama al que me refería antes. Les cuentan un secreto y lo mantienen para ellos mismos sin compartirlo con sus compañeros de mesa, café y comida, es decir, con los compañeros que más relación tienen. Se piensan que con ese dato ellos son más fuertes o importantes. Si no, no se entiende.

Así ha pasado estos días en la empresa para la que trabajo: han despedido (o llegado a un acuerdo como gusta de decir ahora) a uno que casi todos estábamos hasta la coronilla de él y todavía no se ha comentado ni una sola palabra diciendo lo típico “No me extraña”, “Era de cajón que más tarde o más temprano pasaría”, etc. Pues nada, cada uno a su bola, que así nos luce el pelo.


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