"El problema de
mi generación es que todos pensamos que somos putos genios. Hacer algo no es
suficiente para nosotros, y nadie está vendiendo algo, o enseñando algo, o
simplemente haciendo algo: nosotros tenemos que ser algo. Es nuestro derecho inalienable, como ciudadanos del siglo
XXI que somos. Si Christina Aguilera o Britney Spears o cualquier otro imbécil
de ídolo norteamericano puede ser algo, ¿por qué no yo? ¿Qué hay de lo
mío, eh? Muy bien, mi banda ha dado
los mejores conciertos en vivo que uno pueda escuchar en un bar, y hemos
grabado dos álbumes que han gustado a muchos críticos y a poca gente normal y
corriente. Pero tener talento no es nunca suficiente para hacernos felices, ¿no
es cierto? Quiero decir que debería serlo, porque el talento es un don, y uno
debería darle gracias a Dios por tenerlo, pero yo no lo he hecho. A mí me jodía
un montón, porque no me pagaban por él ni me sacaban en la portada de Rolling
Stone."
Este es uno de los geniales
párrafos que el escritor Nick Hornby pone en boca de JJ (joven norteamericano
con pinta de estrella del rock, e iba camino de serlo hasta que su grupo
estalló, y cada uno se fue con la música a otra parte. O a ninguna, que fue lo
que le pasó a JJ. Ahora reparte pizzas, y no lo soporta) cuando expone las
razones por las que ha subido a la azotea de la Toppers’ House a suicidarse.