La otra mañana había un
mosquito en la inmaculada pared blanca de mi habitación. Ya habría hecho toda
su faena pero pensé en matarlo igualmente para que a la noche siguiente no
siguiera maltratándome (que fuera otro si acaso, que en la variedad está el
gusto).
La cuestión es que fíjate
como estaba de lleno (de mi sangre, era un mosquito sangre de mi sangre) que al
intentar matarlo con la clásica palmada a unos 2 centímetros de la pared por si
salía volando el tío va y ni se mueve. En el segundo intento de palmada he
tenido que pegar literalmente los cantos de las manos a la pared para matarlo.
Lo conseguí y me quedaron las manos llenitas de sangre, de mi propia sangre.
La diferencia de velocidad
del mosquito cargado al mosquito descargado es tremenda. A final de la tarde,
cuando aparecen, es imposible matarlos con las manos de rápidos que son. Sin
embargo por la mañana no son capaces ni de moverse, como el ejemplo que ya he
comentado.
Recuerdo cuando compré el
piso que fui a preguntarle al presidente si podía instalar mosquiteras por
fuera de las ventanas y persianas. Me dijo que sí podía pero que en esa finca
(a pesar de tener piscina) no era necesario, que no había demasiados. En fin
que me fié y pensé: “Bueno, si este verano hay mosquitos las puedo instalar
otro verano”. La cuestión es que en el mes de Marzo ya tuve mosquitos y desde
entonces todavía flipo con la respuesta del vecino. Así que, efectivamente, he
constatado que hay mosquitos: he pasado el verano lleno de picadas.
Lo terrible es que no hay
herramienta útil contra ellos a pesar de que estamos en el 2011. Por las noches
duermo con un aparato Fogo eléctrico
para que no me piquen, pero ni así. Ha habido mañanas en las que lo he podido
constatar: con el aparato incluso me han picado y se han quedado en la
habitación bien vivitos y coleando.
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