Se llama Sr. Manuel pero se podría llamar Sr. Pepito, Sr. X
o Sr. Carrasco. La cuestión es que de tanto en tanto te encuentras uno y sólo
tienes dos opciones: o te cabreas como un mono o disfrutas con él.
La situación era tal: acudo a una farmacia; está a reventar
tanto que la cola llega a la puerta que al ser automática se va abriendo y
cerrando sin parar porque detecta a la gente cerca. Una de las dependientas de
la farmacia, con un cabreo controlado que se nota a leguas, no para de indicar
a la gente de la cola que se mueva hacia delante para que la puerta se cierre.
En la cola, a punto de tocarle turno, se encuentra el Sr. Manuel: persona
mayor. Sin más datos de momento. Pues cuando llega su turno cae justamente en
la dependienta del cabreo. El Sr. Manuel muestra un papel de un producto que no
le ha llegado o algo así y explica la historia a la farmacéutica. Ésta,
profesional como es, le indica de primeras que lo va a solucionar y que mañana
le llama, que le de un teléfono de contacto. El Sr. Manuel tarda un rato en
encontrar el papel donde tiene apuntado el teléfono ya que parece que no se lo
sabe de memoria. Mientras lo busca le vuelve a contar la historia y la
farmacéutica a repetir que lo llama mañana. Encuentra el teléfono, ella lo
apunta y él le vuelve a contar la historia. Ella le vuelve a contestar lo
mismo. Dios mío, han entrado en un ciclo.
Desde la cola, cansados de estar de pie esperando sólo te
quedan dos opciones como decía anteriormente. O te vas hacia el Sr. Manuel a
decirle que es un pesado, que se vaya ya que la farmacéutica ya se han enterado
o te dedicas a observar a ambos con admiración: a él por pesado y a ella por conseguir
controlar su ira. Esta última fue mi opción.
Al final el Sr. Manuel se va, me atienden, me voy yo también
y cuando estoy en la esquina de la manzana de la farmacia me cruzo con el Sr.
Manuel digamos camino dirección de la farmacia. Caben dos opciones: o está
haciendo recadillos varios o vuelve a la farmacia. ¿A qué os podéis imaginar la
opción correcta?
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