Ayer se esperaba nieve en Barcelona y alrededores, que es
por donde residen las sedes de la empresa en la que presto mis servicios. En algunas
de estas poblaciones nevó pero no cuajó. Pero lo que es cierto es que desde el
día de antes todos estábamos tomando medidas para la posible nevada y para
evitar el desastre de hace ahora 2 años cuando se produjo la última.
Para empezar la gente que pudo (ya que no todos tienen el
nivel ni la posibilidad de elegir) se arregló las agendas para ir a trabajar al
centro que pillaba más cerca de casa: se cancelaron reuniones y se crearon
nuevas si hizo falta. También se variaron nuestros métodos habituales: por
ejemplo algunos no cogieron el coche y otros vinieron con vestimenta casual con el objetivo de no calzar
zapatos de vestir que dificultan (más si cabe) el caminar por la nieve. De esta
manera, si al salir del trabajo había que caminar, se podía hacer un poco más
cómodamente.
Una vez estabas en el trabajo ocurrieron dos cosas
anormales: la primera es que todo el mundo estaba deseoso de irse a casa. A mi
esto me pasa todos los días del año, pero hay gente que ayer tenía el trigger
más disparado que otros días. El segundo tema es que había menos trabajo y todo
estaba más tranquilo: casi no hubo llamadas ni pollos y el jefe no lo tenías
encima porque no estaba en la misma sede que tú (porque él sí puede elegir).
Al final no nevó. Pero bueno, fue un día diferente y eso ya
está bien.
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